"Hacia el siglo XV, en la Europa central, no resultaba nada extraño leer y escuchar historias de viajes y tierras lejanas, que se aparecerían en los confines o emergiendo por debajo de los océanos. Quizá uno de los más emblemáticos fuera la novela de Dante, La Divina Comedia, donde se presentaba al mítico Ulises, lanzándose a su último viaje, movido por un deseo de “experiencia de todas las tierras que sean y de la naturaleza del hombre, buena o mala”.
Fue en aquel contexto que Cristóbal Colón se aventuró por primera vez a través del océano Atlántico, en un viaje de 32 días, bajo la guía de Dios, las estrellas, los cielos, los vientos, las corrientes y de una pequeña brújula y un astrolabio, sin saber que su llegada a tierra firme cambiaría el mundo para siempre.
Mientras los portugueses ya habían explorado las costas africanas y los ingleses, las del actual Canadá, Colón había ofrecido a los reyes católicos, Fernando e Isabel, de la corona de Castilla y Aragón, alcanzar las costas de Asia a través de Occidente, ofreciéndoles una venturosa campaña comercial. Tanto creía en su destino, que durante casi una década no claudicó en sus intentos por convencer a los reyes de que lo apoyaran en su expedición.
No le faltaban elementos: era un gran conocedor de la técnica náutica y de la geografía, aunque todavía una gran mayoría creyera que la tierra era plana.
Pero a comienzos de abril de 1492, finalmente, cuando Colón se marchaba una vez más cabizbajo de Madrid, lo alcanzaron dos judíos aragoneses que confiaban en su plan y lograron convencer a la reina Isabel de apoyar la expedición. El 17 de abril se firmó una capitulación, nombrándose al genovés almirante, virrey y gobernador, de todas las islas y tierras firmes que descubriese o ganase.
Pronto, Colón logró que sus financistas y asesores reunieran tres naves, la Santa María, propiedad de Juan de la Cosa; la Pinta, de Gómez Rascón y Cristóbal Quintero; y La Niña, de los hermanos Niño. Colón tomó el mando de la primera y el 3 de agosto de 1492, las tres carabelas desplegaron velas en el puerto de Palos.
Se iniciaba así una oscura era para los habitantes de las tierras “descubiertas”, que serían esclavizados y diezmados. La ambición por la obtención de oro no tenía límites como se evidencia en el fragmento que a continuación transcribimos en donde un biógrafo de Colón se refiere a la práctica del almirante de cortarles las manos a los indígenas que no conseguían el precioso metal."
Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina, Buenos Aires, Editorial Norma, 2004, pág. 38.
"Quien fuera el que inventara este espantoso sistema, como único método de producir oro (el de cortarles las manos a los que no consiguieran el precioso metal) para la exportación fue Colón. Aquellos que huyeron a las montañas fueron cazados con perros, y de los que escaparon se ocuparon el hambre y la enfermedad, mientras miles de criaturas en su desesperación tomaron veneno de mandioca para acabar con su miseria".
Samuel Eliot Morison, biógrafo de Colón
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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