jueves, 9 de agosto de 2012

LENGUA ORIGINARIA EN EL HABLA COTIDIANA DEL SIGLO XXI

CULTURA : LA SUPERVIVENCIA DE LA LENGUA ORIGINARIA EN EL HABLA COTIDIANA DEL SIGLO XXI 

"Cancha", "Mate", "Vincha": el quechua básico de los argentinos

Cómo y por qué muchas palabras se integraron y modificaron el español.

Rogelio Ramos Signes. ESPECIAL PARA CLARIN 

El habla cotidiana de los argentinos le debe muchas palabras al quichua; términos que (casi siempre) usamos sin siquiera preguntarnos acerca de su origen. Así es como cultivamos una "achira"; asistimos a la "cancha" para ver un partido; sujetamos el cabello de nuestra hija con una "vincha"; nos sentamos en una silla de "totora", mientras la lluvia se desliza por el "toldo", llena el "tacho" y en la "pampa" crecen los "yuyos".

¿Cómo le habríamos llamado a cada uno de estos elementos, sin la ayuda desinteresada de nuestros olvidados antecesores? ¿Los morochos serían los "morenos", como dicen los españoles? ¿El zapallo sería la "calabaza", el choclo sería simplemente el "maíz", "patata" la papa, "alubia" el poroto, una "vaina leguminosa" la chaucha? ¿El locro sería un "guiso"? La cancha pasaría a ser el desabrido y explicativo "campo de juego"; el tacho, un "recipiente"; los yuyos, unas "hierbas silvestres"; la pampa, una "llanura"; la vincha, una "cinta elástica".

Resulta indispensable recordar que también hay palabras de esa lengua que han dado origen a algunos verbos, en perfecta conjugación castellana. Y es en esa simbiosis, dada por el uso cotidiano, de generación en generación, donde encuentra su nicho este mestizaje. Son sólo ejemplos. La palabra achura, de extendido uso en el arte del asado, dio como resultado el verbo "achurar", matar a alguien introduciéndole un arma blanca en el estómago, en las vísceras, en las tripas, en las achuras, ganándose un lugar en el submundo del hampa y la gauchesca.

El mareo producido por la falta de costumbre a permanecer en tierras altas, encontró en la palabra "puna" el pretexto para el verbo "apunar". Apunar no es cualquier mareo producido por las alturas, y muy poco tiene que ver con el vértigo; apunar (que también se da de manera reflexiva: apunarse, ya que es un acto personal, además de involuntario) es un mareo específico.

Sería bueno, entonces, recordar también dos o tres palabras aymaras que son parte de nuestro hablar cotidiano. El "cuco", por ejemplo, el famoso cuco con el que todavía algunos adultos estúpidos asustan a los niños, significa "fantasma" en aymara, y tiene su origen en viejas historias de la tradición oral. El término "chuso", que por alguna extraña razón también se usa como cachuso, significa "vacío" "que nada contiene", por ello es que algo que está arrugado y envejecido, está chuso.

En busca de la fascinante e imposible Ciudad de los Césares los invasores españoles conquistaron y sometieron a cuanto pueblo del Nuevo Mundo apareció en su camino, e incluso a aquellos pueblos de desarrollada cultura, como el de los incas, invasores en sí mismos. Así ambos pueblos, juntos, siguieron adelante en su tarea expansiva.

A partir de esa rara sociedad, de esa fanática cruzada por tierras atónitas, el quichua (cumpliendo decisiones de los concilios de Lima) pasó a ser el instrumento de catequización cristiana. Las lenguas cacana, comechingona, indamás, lule, sanavirona y tonocoté, entre otras, pasaron a ser ilegales. Practicarlas era ponerse automáticamente fuera de la ley. Español y quichua, nada más. Dios era bilingüe y las palabras extrañas lo ofendían. Por el Camino del Perú, Tucumán era atravesado hacia el sur, llevando la cruz y el sufrimiento de un hombre clavado en ella desde hacía muchos siglos pero que se expresaba en quichua con supervisión castellana. El quichua, por lo tanto, en muchas regiones de nuestro país, también es una lengua extranjera.

Al igual que el castellano, es una lengua eminentemente grave. Las palabras acentuadas en la penúltima sílaba son mayoría en el parque lingüístico de ambos idiomas. Tal vez por eso hayan podido abrazarse y solidificarse con tanta facilidad en los topónimos de las provincias del Noroeste Argentino, e incluso más allá. Vayan dos o tres ejemplos sólo para asentar con un ligero trago la afirmación: Tacahuasi ("Casa donde se muelen espinas" en Catamarca), Horco Molle ("Arbol del cerro" en Tucumán), Pucapampa ("Llanura colorada" en Jujuy). Y tengamos en cuenta Tilcara, Humahuaca, Burruyacu, Uspallata. Ese abrazo lingüístico, previsible e inevitable, también se dio en otros órdenes; en la fe, por ejemplo. A sangre y fuego, primero; por resignación, después; y finalmente por voluntad propia, muchos indios abrazaron la fe de Cristo; de México a la Argentina, sin exclusiones.


Fuente: Clarín Digital

2 comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...